Para finalizar el año voy a hacer un repaso a los productos, servicios o tecnologías que me han parecido más interesantes en este 2015, tanto a nivel personal como a nivel profesional.
La selección está hecha desde la pura subjetividad y está motivada bien por la utilidad, la facilidad de manejo o por la capacidad de resolver problemas que estaban pendientes de solucionar.
Gasto mucho dinero en tecnología, desde consolas, videojuegos, sistemas de altavoces inalámbricos, tabletas, portátiles, decodificadores de televisión avanzados, teléfonos móviles, software, etc. En fin, soy un consumidor casi compulsivo. Me consuelo con pensar que, en la mayoría de los casos, exprimo los productos y servicios para disfrute personal y, aquí viene la cataplasma, llevo mis conclusiones al trabajo. Cuando un nuevo juguete cae en mis manos el defecto profesional me lleva a preguntarme ¿encajaría un servicio/producto como este en nuestra empresa? ¿Cuál es el modelo de negocio? ¿Cómo es el proceso de alta y configuración? ¿El usuario final lo tiene fácil para echarlo a andar o los menús están hechos para un ingeniero informático? Si el usuario tiene un problema, ¿qué medios tiene a su disposición para obtener ayuda? Si tuviese que explicar a alguien en qué consiste este nuevo producto o servicio, ¿qué ejemplo le pondría? Es decir, ¿cuál sería el ejemplo tipo de caso de uso?
Pues bien, no he encontrado ningún caso de uso que se adapte a mis necesidades como usuario para comprarme un reloj inteligente. Veamos porqué.