No sé si os pasa lo mismo que a mí, pero desde que se ha popularizado el uso de las redes sociales, percibo cada vez más que cualquier problema que surja y que nos afecte de una manera más o menos directa, lo magnificamos y lo llevamos al extremo. Pero esa percepción de «máximos» seguramente tenga mucho que ver con la falta de contexto con la que publicamos nuestras actualizaciones.
Un problema en una tienda, en un restaurante, con un vecino, algo que normalmente comentaríamos con nuestra familia o amigos, en casa o en un bar, ahora lo llevamos a Internet y pasa de tener un radio de acción de unas pocas personas a potencialmente ser visible por todo el planeta.