No he entendido nunca a las personas que justifican tirar basura a la acera para dar trabajo a los barrenderos. Seguramente son los mismos que usan frecuentemente el dicho «donde pago cago». Los barrenderos sin trabajo podrían dedicarse a hacer labores de acompañamiento a personas mayores para hacer recados, gestiones de todo tipo dentro de los ayuntamientos, reciclarse a otras actividades como la jardinería… En fin, que no entienden que lo importante no es que los barrenderos tengan trabajo, sino que haya limpieza. Entiendo que lo que subyace en esta idea es una falta de apoyo al concepto de bien común.
En esta entrada sigo con pequeños asuntos en torno a la limpieza. Pero esa idea de limpieza, está relacionado con la idea de belleza. De joven no entendía porqué había que gastarse dinero en tener las calles limpias, decorarlas con alguna estatua, murales, jardines. Ahora que entiendo que esas calles forman parte de mi vida, al igual que mi casa, le doy más importancia dónde estoy y con quién estoy. Si veo un papel, lata, o cualquier otra cosa en el suelo, busco con la mirada una papelera cercana y si la encuentro, me acerco a depositarlo. ¿No harías lo mismo en tu casa con un calcetín perdido de camino al cesto de la ropa sucia?
Es por esta razón por la que no entiendo a la gente que escupe en la calle. E insisto que es una falta leve, como la de tirar colillas. No voy a dejar de hablar, relacionarme o perder una amistad si alguien escupe al suelo. Se trata de reforzar el concepto de vida en común. ¿Eches un gargaxu en medio del salón de tu casa?
Como ahora siento que la calle también es mi casa, intento comportarme igual que si estuviese en casa. Hasta aquí el pequeño gesto #2. No escupas en la calle y me harás más feliz.