Mientras completo poco a poco los pequeños gestos del día a día que nos hacen mejores, en el mejor sentido de la palabra mejor, he pensado que podría utilizar el blog a modo de registro de libros leídos. Y no serán muchos, no penséis que soy un lector voraz. Simplemente me han dado envidia Olga y Manuel que están haciendo sus registros, decorándolos con caligrafía chula, una pequeña foto hecha con una impresorilla bluetooth y alguna pequeña opinión personal.
Además, para ser honestos, quiero anotar solo los que he terminado de leer durante este 2024, porque durante las vacaciones de navidad, leí bastante pero picoteando entre varios libros a la vez que aún no he terminado y podría añadir un par de entradas, pero la idea no es esa, como os decía. En realidad lo que quiero es llevar un registro más que presumir de lo poco o mucho que leo.
Otra cuestión que quiero tener en cuenta también es la imagen que acompaña a cada entrada. Salvo las propias del tema del blog, el resto son fotografías tomadas por mí. Por ello, aunque busque algo que tenga relación con el libro leído, seguramente no lo encuentre, y ponga una imagen que me guste, sin más.
Comienzo esta colección de entradas con el libro Si me necesitas, llámame de Raymond Carver. Es un libro de 123 páginas que contiene cinco relatos cortos que nos muestran a personajes cansados, golpeados por el alcohol, las desgracias personales y el fracaso en sus relaciones sentimentales. No hay palabras de más. Cada adjetivo parece haber sido elegido con precisión de cirujano. Según su mujer, encargada de las correcciones sobre los manuscritos que había dejado su marido, «Éramos conscientes de que en ocasiones Ray revisaba un relato hasta treinta veces».
Me han llamado mucho la atención los finales de los relatos: «Los desenlaces, en los que Ray siempre trabajaba con mayor ahínco, se encontraban, en algunos casos, en el mismo estado en la que se deja una comida cuando suena el teléfono.»
Una obra intensa y breve que recomiendo a todas aquellas personas a los que no les importa adentrarse en un mundo a punto de quebrarse, con pocas puertas abiertas a la esperanza pero con destellos de ternura y una gran capacidad de evocación.